Intentó encender la cerilla con manos temblorosas varias veces hasta que el chasquido del fosforo y el inconfundible aroma a quemado se alzó en la vacía estancia, con cuidado acercó la llama a la vela encendiéndola al fin.
Tomando el candil lo alzó echando un vistazo entorno, poca cosa encontró en la estancia vacía. Cuatro paredes llenas de grietas y manchas de humedad, un suelo de tarima medio levantada y un techo que había visto tiempos mejores. En el centro donde se encontraba sólo había algo familiar, el círculo de runas que había pintado con cuidado en su cuarto, nada que ver con este.
Sintió como la respiración se le aceleraba al comprender súbitamente algo importante, no había ni puertas ni ventanas.
– Esto no puede estar pasando…-musitó para sí.
Intentando razonar se acercó a las paredes pasando la mano por ellas; dada su experiencia sabía que porque no viera algo no significaba que no estuviera allí.
Se lamió los labios nerviosa palpando con las manos tan alto como podía, a lo largo de las cuatro paredes. Lo hizo de manera concienzuda, dado que tenía tiempo de sobra al parecer.
Cuando terminó la vela se había consumido casi por entero, lo que le dejaba poco margen para seguir investigando.
Cada vez más angustiada volvió al círculo de runas observándolas detenidamente por si se había confundido al hacer el conjuro, pero por lo que recordaba estaba todo correcto.
¿En qué había fallado? Era un hechizo sencillo, de bajo nivel… ¿por qué cuernos se había torcido tanto?
Tragó saliva dejando el candil ante ella, tomo asiento y se concentro en la tililante llama que por momentos se ahogaba en la cera derretida.
Intentó calmar su respiración y dejar su mente en blanco antes de pronunciar las palabras que con suerte la sacarían de ese atrolladero.
Cuando terminó de pronunciar las palabras arcanas sintió una ola de energía que la rodeaba. Algo que en teoría significaba que el hechizo había sido correcto, pero a pesar de todo, seguía en esa estancia.
Soltó una maldición intentando recordar todos y cada uno de los detalles de la página hasta que su caprichosa mente le trajo la imagen de unas pequeñas palabras escritas en cursiva, debajo de toda la explicación para la ejecución del hechizo.
«Nota: No usar velas de colores, sólo las velas blancas son efectivas en la realización de este hechizo»
Un escalofrío le recorrió la espalda… ¡Estúpida engreída! Una vez más su impaciencia había provocado que se equivocara en la ejecución de un hechizo.
Su mirada se deslizó asustada por la vela roja que apenas ardía ya, aumentando la oscuridad a su alrededor.
Trató de recordar el uso de las velas rojas que venía explicado en el grimorio mientras una sensación de pánico paralizaba sus extremidades.
Las velas rojas se utilizaban para ceremonias o rituales de amor, para fomentar el valor o regenerar cualquier cosa que pareciera estancada o muerta.
Nada de eso la servía ahora, ella necesitaba una salida no encontrar el amor, esas paparruchas se las dejaba a la soñadora de Ágata.
Cuando la vela dejó escapar un leve chisporroteo la bruja volvió su atención a esta, pero tarde, podría haber conjurado un hechizo de paralización, de ralentización para que la vela aguantara más tiempo pero su mente se había preocupado más en allar una solución a su dilema en vez de centrarse. Otro fracaso a añadir a la lista.
Poco a poco sus ojos fueron acostumbrandose a la oscuridad, no es que le diera miedo estar en una sala cerrada sola y a oscuras, total nada podía hacerla daño.
En el silencio que siguió procuró rememorar todos los conjuros que sabía tratando de hallar uno para iluminar la estancia, aunque no iba a admitirlo le ponía nerviosa estar en esa negrura.
Molesta miró tras de sí levemente sonriendo para si por su temor irracional, solo para quedarse paralizada.
Tras de sí, en una de las esquinas dos luces rojas parecían prendidas en ella. Su garganta se cerró evitando que chillara del susto. Su mente racional trabajó a marchas forzadas intentando explicar el suceso pero al sentir como se erizaban los pelos de su nuca supo que estaba en problemas.
Esas llamas que la observaban empezaron a acercarse a ella, gritando una maldición se puso en pie alzando las manos rápidamente para crear un escudo protector ante ella provocando que las runas del círculo brillaran debilmente.
Bajo la debil luz de éstas pudo distinguir levemente la criatura, un ser salido de su peor pesadilla, un cruce entre hiena y hombre.
Gimoteó sintiendo como el hechizo tililaba, no tenía poder para mantenerlo eternamente y la criatura gorjeó conocedora de sus límites. Siguió con la mirada a la criatura que con lentitud movia sus zarpas cercándola sin atravesar el círculo de runas.
Cuando la última runa se apagó apenas pudo exhalar un suspiro antes de sentir su cercanía y sentir sus zarpas atrapándola bajo el peso de su cuerpo, forcejeó sollozando ante el ataque pero la criatura era más fuerte, su hedor era insoportable al igual que el dolor que sentía mientras desgarraba su cuerpo.
Fue entonces cuando sintió como sus mandíbulas se cerraban en su vientre empezando a alimentarse de ella, pasaron varios minutos hasta que al fín exhalo su último aliento entre estertores sanguinolientos.
En otro lugar una joven sonreía maliciosa mientras observaba la mancha carmesí que se iba formando en el círculo de runas, silenciosa se incorporó de la butaca saliendo del cuarto mientras cerraba la puerta tras de sí. Ahora no tenía ninguna rival en esa escuela.
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