Wordtober 8: Gata

Observó a la niña que sollozaba en los escalones de la entrada al porche, dentro sus padres mantenían una violenta discusión, algo que en los últimos tiempos se había vuelto una costumbre.

El padre soltó una maldición saliendo de la casa dando un portazo sin detenerse a mirar a la chiquilla se subió al coche y poniendo en marcha el motor salió a toda velocidad de su vista.

La pequeña gimoteó levemente mientras lo seguía con la vista, con lentitud se levantó temblorosa aún y se adentró en la casa donde encontró a su madre derrumbada en el suelo, sollozando mientras se cubría la mejilla con una mano. A pesar de sus intentos era patente la huella del bofetón que había recibido por aquel que en su día prometió amarla y cuidarla hasta que la muerte los separara.

La mujer al ver a la niña intentó esbozar una sonrisa abriendo los brazos ante lo cual la pequeña corrió a refugiarse en ellos.

-No pasa nada cielo, shh… – estrechando a su hija entre los brazos intentó tragarse las amargas lágrimas, cuando pudo serenarse alzó a la pequeña incorporándose con lentitud. Aún le dolía la espalda del golpe de hacía dos días y no le resultaba fácil.

-Vamos a hacer algo de cena ¿vale?- La niña levanto la mirada hacia su madre acariciando con sus pequeñas manos el verdugón que empezaba a notarse en el rostro de su madre- No es nada, Papá no quería hacerlo. Ya sabes como se pone cuando vuelve del trabajo y ha tenido un mal día, pero esta noche haremos que todo sea perfecto ¿de acuerdo?.

La niña asintió levemente apoyando su cabecita en ella, se sentía impotente cuando sucedían esas peleas, una niña no debería ser testigo de esas cosas. Era un fracaso de esposa y de madre…

Caminando con lentitud, se acercó a la cocina pero al llegar al umbral decidió girarse y llevar a la niña a su cuarto.

-Hoy no me apetece cocinar, así que dime, ¿quieres pedir pizza?-Sonrió acariciando la carita de su hija con el corazón acongojado.

-Pero Papá se enfadará -murmuró esta con su linda vocecilla.

-No, ya verás como no pasa nada Ágata. Seguro que se anima con las pizzas, es una de sus comidas favoritas ¿verdad?

La niña asintió sonriendo levemente mientras se dejaba arrullar por su madre. A sus pies la gata de la familia maulló inquieta acercándose con pasos sigilosos, cuando se sentaron en la cama ésta dio un ágil salto acercándose a la pequeña mientras ronroneaba. La niña pronto superó el susto acariciando al minino mientras le explicaba con todo lujo de detalles que le iba a hacer un collar puesto que toda reina necesitaba una corona.

La gata aguantó pacientemente los juegos de la niña, bajo la pensativa mirada de la madre.

Hacía ya tres años que esa gata había entrado en su familia y desde el primer momento había sido un bálsamo para las preocupaciones de la pequeña, convirtiéndose en su compañera de juegos y el consuelo para esas situaciones.

Dejando a la niña bajo la atenta atención de la gata, volvió a la cocina a recoger el desastre. Una vez más había hecho una comida que no era del agrado de su marido, por lo que había terminado desparramada por el suelo de la cocina. Con lentitud agarró el papel de cocina arrodillándose con gesto dolorido para empezar a limpiar los restos de macarrones del suelo, intentó darse prisa para evitar que su hija viera la escena.

Cuando terminó fregó el suelo y recogió la olla y los demás enseres de la cocina con presteza, dejando la cocina limpia en apenas una hora. Después descolgó el teléfono marcando el número de la pizzeria favorita del matrimonio, el lugar donde su marido le había propuesto matrimonio. Tragándose las lágrimas hizo el pedido para después apoyar la frente en la fría pared, rezando a cualquier dios que esa noche su marido volviera de otro humor.

El familiar ronroneo a sus pies, junto a la suave caricia del pelaje de la gata la sacó de sus ensoñaciones. Bajó la vista hacia esta y con suavidad la tomó en brazos acariciándola tras las orejas, algo que hizo que su ronroneo aumentara complaciente. Sonrió a su pesar observándola, ojalá su marido fuera tan sencillo de contentar.

La gata mientras tanto le devolvía la mirada con un leve atisbo de preocupación que la mujer atribulada pasó por alto.

Esa noche todo fue como la seda, su marido volvió al cabo de un rato con un ramo de flores y palabras de disculpa saliendo como un torrente de sus labios, como cada vez que la golpeaba. Y como cada vez, ella le perdonó creyendo sus mentiras, bajo la atenta mirada de la gata.

Cenaron como en los viejos tiempos, con una cálida conversación familiar alternando con las risas que les arrancaban las ocurrencias de su hija.

Finalmente todos se fueron a dormir, agotados por el día. La gata esperó pacientemente a que la niña se durmiera, después se deslizó de entre sus brazos saltando al suelo, dirigiéndose sigilosa hacia la habitación donde el matrimonio descansaba.

Al llegar al cuarto observó a la pareja un instante antes de subirse al alféizar de la ventana, por el que se colaba la suave brisa de la noche, echó un último vistazo hacia estos antes de salir a la noche.

Bajo la luz de la luna, maulló suavemente mientras sus ojos brillaban, a su alrededor se empezaron a escuchar pasos sigilosos y maullidos. Pronto un circulo de gatos de diversas razas se congregaban a su alrededor, la digna gata les observaba con gesto regio hasta que sin hacer más ruido volvieron a la casa.

Uno tras otro entraron por la ventana entreabierta subiendo al lecho, con delicadeza sin despertarlos se posicionaron alrededor del hombre hasta que como dirigidos por una sola mente tomaron posiciones, sentándose sobre las manos, los brazos y las piernas, subiéndose a su torso que en esos momentos se alzaba lentamente con la respiración calmada de un durmiente, hasta que la gata ocupó su puesto sentada sobre el pecho del hombre, observándole seria.

Lentamente se adelantó inclinando la cabeza hasta los labios del hombre mientras sus ojos brillaban, el hombre apenas se movió intranquilo, volviéndose su respiración más agitada hasta que abrió los ojos aterrorizado, pero la gata seguía lentamente su quehacer.

El hombre trató de moverse pero el peso de los gatos le retenía, asustado observó a su alrededor su mente comenzando a desquiciarse pues no era algo racional, ¡un gato no podía sujetar a un humano, no pesaban tanto!

Jadeó, sollozó y trató de pedir ayuda pero apenas le llegaba el aire a los pulmones, esa maldita gata parecía estar absorbiendo todo el aire de su cuerpo, lentamente el hombre fue asfixiándose hasta quedar inconsciente, aunque no lo merecía, murió sin darse cuenta.

Cuando la gata sintió que el último latido del hombre resonaba en el cuarto sobrenaturalmente silencioso ladeó la mirada hacia la mujer, que había estado observando la escena en silencio. Una queda lágrima afloró a los ojos de la mujer, quien alargó finalmente la mano para acariciar a la gata.

Esta ronroneó soltando un quedo maullido, su trabajo había concluido. Lentamente los demás felinos abandonaron la estancia sin dejar rastro, mientras la gata volvía al cuarto de la niña, velando sus sueños.

Al día siguiente la mujer se levantó con calma, esta vez no tenía que levantarse corriendo a hacerle el desayuno a su marido. Evitando mirar el cadáver ya frío de este salió del cuarto cerrando la puerta tras de sí, encendió la cafetera y colocó el pan en la tostadora. Sacó los huevos y el bacon echando el aceite en la sarten, sólo cuando terminó de hacer el desayuno acostumbrado se acercó al teléfono marcando el número de emergencias.

Al tercer tono una voz amable contestó y fue entonces cuando hizo algo que su marido siempre había despreciado, sacó a relucir todas sus dotes de interpretación.

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Gata by Nissa Audun está bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivadas 4.0 Internacional.

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