Wordtober 9: Sortilegio

Despertó con las primeras luces del alba, casi no había podido descansar nerviosa por la tarea que debía llevar a cabo en este día, pero finalmente el sueño había vencido y había descansado lo suficiente para poder afrontar el reto.

Con una sonrisa se arregló cuidadosamente como cada mañana, cepillando sus largos cabellos áureos al terminar. Decidió que era un buen día para llevar su vestido negro que le hacia parecer una pequeña muñeca de porcelana, hoy debía estar deslumbrante. Debía asegurarse de que todos la recordaran paseando por la biblioteca o trabajando en el invernadero, era importante para su coartada.

Dedicó unos momentos a estudiar su grimorio memorizando los ingredientes para el sortilegio, tras lo cual salió con su bloc de notas encaminándose a la primera clase.

En el camino se detuvo lo suficiente para tomarse un café en la cocina, saludando con una sonrisa a las allí reunidas, evitando hablar como cada mañana con su rival: Ryvena. Esa novata a pesar de no descender de un linaje de brujas como ella, tenía mucho potencial y lo sabía. Ese año elegirían a una de las dos para ser la reina del Samheim y no iba a permitir que hubiera dudas de quien debía ocupar ese lugar.

Apartó la mirada de la muchacha de negros cabellos para dirigirse hacia el laboratorio de alquimia, donde podría recabar la mayoría de los ingredientes sin llamar la atención.

La mañana pasó con lentitud hasta que finalmente terminaron las clases, su pequeña saca estaba llena de los materiales que necesitaba para el hechizo y era un buen momento para prepararlo, tan solo debía saltarse la comida cosa que era habitual en ella.

Encerrandose en su cuarto dispuso los ingredientes sobre la cama sentándose en el centro de esta, abrió el grimorio para memorizar las palabras arcanas y se dispuso a empezar el sortilegio.

Con delicadeza tomó la rama de enebro enrollando lentamente a su alrededor el cordel rojizo, murmurando las palabras del encantamiento. Poco a poco fue añadiendo lo necesario, un diente de lobo para desgarrar a su presa, agujas bañadas en belladona para envenenarla, una esquirla de hierro para darle una piel gruesa para defenderse, zarpas de oso para fortalecerlo y por último una foto con el rostro de la presa para conjurarlo. Hecho esto tomó su pequeño puñal haciéndose un corte en la palma mientras empapaba el pequeño muñeco, ese era el sacrificio para que cobrara vida y cumpliera sus ordenes.

Finalizado el conjuro, tomó el pañuelo previamente tratado envolviéndose la herida, que rápidamente empezó a picarle síntoma de que el hechizo funcionaba y pronto no quedaría rastro de la herida.

Sonriente tomó el muñeco y escondiéndolo en los pliegues de su vestido, recogió su cuarto limpiando la zona de cualquier resto que pudiera incriminarla.

Satisfecha con el trabajo salió del cuarto vigilando el pasillo mientras volvía a la cocina a hacerse un sandwich, cada vez que practicaba magia le entraba hambre, lo lógico dado que la fuerza del hechizo la aportaba con sus propias energías.

Tras comerse el sandwich recogió tras de si charlando animadamente con una de sus compañeras, después la acompañó hasta la biblioteca donde fingió buscar un libro mientras seguía con la mirada a Ryvena.

Cuando esta se alejó camino de su cuarto, tomó el primer libro que encontró y salió tras ella. Con disimulo la siguió hasta su cuarto deteniéndose a unos pasos mientras hojeaba el libro, que resultó tratar sobre los distintas maderas que podían usarse en los conjuros, realmente era interesante.

Cuando sintió la familiar sensación de los pelos erizandose en su nuca que evidenciaba que alguien estaba realizando un conjuro, se acercó a la puerta de Ryvena. Escuchó hasta que el cántico cesó y entro en el cuarto.

Allí en mitad del mismo encontró un círculo de runas perfectamente ejecutado, sonrió para sí al comprobar que la muy idiota había usado las velas rojas que previamente había colocado en su cuarto.

Su perdición había sido ser demasiado cotilla, si no hubiera contado nada a nadie no se habría enterado de sus intenciones y no habría tenido esa oportunidad. Con calma se acercó al círculo arrodillándose, sacó la figura por ella elaborada y la colocó en el centro del círculo protector. Murmurando el sortilegio con cuidado extendió sus manos cambiando una sola de las runas, lo que evitaría que pudiera volver hasta que se diera cuenta. A continuación inició la llamada concentrándose en el muñeco que en la realidad donde estuviera Ryvena cobraría vida.

Jadeando terminó el conjuro casi al borde de sus fuerzas, era un sortilegio complicado para alguien de su nivel, pero por algo era descendiente de los Bathory.

Sonriendo cruelmente tomó asiento en una de las sillas contemplando expectante el círculo de runas que comenzó a pulsar con un brillo azulado, el momento llegaba.

Sintió la magia crepitar a su alrededor cuando las dos fuerzas se enfrentaron, prácticamente dejó de respirar nerviosa por si algo fallaba, si Ryvena conseguía volver iba a ser dificil explicar el por qué estaba ahí.

Pronto la magia pareció disiparse mientras la temperatura de la habitación descendía paulatinamente, sonriente pudo apreciar el líquido carmesí que manaba de las runas. El sortilegio había funcionado, su criatura había acabado con la vida de esa pánfila y finalmente podía alzarse como la primera de su curso, sería la reina del Samheim y no quedaba nadie que entorpeciera sus planes.

Tomando la figura del centro del círculo salió del cuarto observando a su alrededor, al no ver a nadie cerró la puerta tras de sí dirigiéndose a su cuarto.

Al entrar murmuró un conjuro prendiendo fuego a la chimenea, donde dejó caer la figura observando con una sonrisa malévola como el fuego destruía la única prueba que podían tener contra ella.

Frunció el ceño cuando la figura comenzó a arder con una llama azulada, eso no era normal… algo no estaba yendo bien.

Retrocediendo asustada decidió ir a ver a su profesora, si algo se torcía confiaba en su experiencia para que la protegiera, pero justo al darse la vuelta descubrió al ser que se cruzaba en su camino hacia la salvación.

El engendro aún tenía sangre fresca entre sus fauces, entre sus zarpas colgaban jirones de la túnica de Ryvena.

Soltó un agudo chillido sobresaltada mientras retrocedía pensando en cómo protegerse pero antes de que pudiera hacerlo la bestia flexionó sus músculos impulsándose hacia ella golpeándola mientras la empujaba para tras.

La muchacha golpeó con la espalda sobre el fuego encendido de la chimenea mientras sus alaridos de dolor brotaban de sus labios.

Apenas escuchó la conmoción de pasos y gritos que se acercaban a la carrera hacia su cuarto, sabía que tenía que aguantar hasta que llegaran. Lagrimeando de dolor intentó empujar a la criatura que se cernía sobre ella sin éxito, buscó desesperada en su mente un hechizo para alejarla y trató de pronunciarlo mientras las llamas envolvían su cuerpo tembloroso.

El fuego como un amante solícito iba envolviéndola en un abrazo mortal mientras la criatura se limitaba a sujetarla, sollozando tosió asfixiada por el humo y el fuego que quemaba sus pulmones, poco a poco sus brazos se retorcían entre las llamas mientras su visión se empañaba cegada por el fuego.

Para cuando consiguieron abrir la puerta las maestras observaron con pavor como el cuerpo ennegrecido y retorcido de la chica se quemaba en la chimenea, un pequeño bulto permanecía fusionado en su pecho con un tenue brillo azulado.

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Sortilegio by Nissa Audun está bajo una licencia de Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 4.0 Internacional.

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