Una nueva esperanza

Sentada en la terraza observaba las estrellas como cada noche desde hacia poco más de medio año, sumergida en los recuerdos de aquella última vez que viera a Eriadna.

En su mente repetía una y otra vez la escena, su enfrentamiento con Hope y Eriadna por Jimmy, las palabras hirientes que dejó escapar, los sentimientos de abandono que rompieron su corazón cuando Eriadna se apartó de su lado, una desconocida al fin y al cabo, ahora que volvía a ser un todo…

Negó tomando un sorbo de vino, apartando esos pensamientos de su mente. Aún le dolía saber que se había enamorado de un fantasma, la Eriadna que ella conocía no volvería nunca.

El hilo de sus pensamientos volvió a sumirla en recuerdos funestos, dando vueltas a su cabeza por lo sucedido con Nadja, Herzog y las noches posteriores. En un principio había salido en su busca con ayuda de Tiberico, hasta llegar a Villaoscura donde sus pasos se cruzaron con los de Lundgren. Apenas consiguieron sacar nada en claro del paradero de sus hermanos caídos, por lo que siguieron diversas pistas hasta que poco a poco la falta de respuestas terminó por consumirles. El trío se separó, asumiendo que su gesta era imposible. Y fue por ello que decidió cambiar el objetivo de su búsqueda, si no podía salvar a Nadja ni a Herzog, quizás podría reencontrarse con Eriadna y descubrir la mujer que era.

Sus pasos la llevaron hasta las zonas mas lejanas donde nunca antes había llegado, recorrió todo Páramos, las montañas crestagrana, atravesó Arathi e incluso atravesó las tierras de la peste, pero no había rastro de Eriadna.

En Bahía del Botín tomó un barco para dirigirse a Kalimdor, aunque evitó ir al norte y recorrió el desierto de Tanaris, cruzó las Mil Agujas y llegó hasta Feralas, retrocediendo hasta el Marjal Revolcafango para tomar otro barco que la llevaría de vuelta a Ventormenta pues la guerra ya había estallado y no podía seguir el camino sola. Estuvo a punto de alistarse en el ejército pero simplemente estaba cansada y sin esperanzas, por lo que mandó un mensaje a su madre en la Torre de Magos y volvió con ella a su hogar.

Desde entonces había permanecido entre sus muros, entrenando algunos días, bebiendo hasta casi perder la noción del tiempo y en definitiva, escondiéndose del mundo.

Suspiró dejando a un lado la copa de vino mientras se incorporaba al escuchar los suaves pasos que precedían la presencia de su madre.

– Madre, buenas noches. ¿Habéis terminado por hoy? – sonrió a esta cuando se acercó para estrecharla en un breve pero cálido abrazo, cuando se apartaron le sirvió una copa ofreciéndosela mientras tomaba asiento.

– Sí, gracias cariño. – su madre tomó la copa mientras la observaba con preocupación – ¿Otra vez pensando en ellos?.

Sintió como una media sonrisa asomaba a sus labios mientras tomaba asiento nuevamente alcanzando la copa de vino de la que bebió un trago antes de atreverse a mirar a su madre y contestarla.

– Sí, ¿qué más puedo hacer? Me he pasado casi un año y medio recorriendo hasta los confines de Azeroth y no les he encontrado, no he podido cumplir mi promesa. ¿Qué me queda salvo los recuerdos?.

– Tsk… no te crié para que te dieras por vencida tan fácilmente. – Su madre aseveró el rostro, inclinándose hacia ella – No encontraste ni a tus camaradas ni a Eriadna, y sí sé como te sientes. Pero quedarte aquí encerrada en casa, entrenando y bebiendo ahogando tus penas no te va a servir.

– ¿Tan pronto quieres deshacerte de mi, madre?-

– No digas tonterías, sabes perfectamente que estoy encantada de que estés en casa, pero tengo miedo por tí. Te fuiste a luchar en una guerra que nos superaba porque creías que hacías lo correcto. Y has vuelto vencida. Tienes que sobreponerte cariño, en esta vida perdemos compañeros, amigos y familia… pero debemos seguir adelante.

– Lo sé madre, es solo que… pensaba que podría salvarles – desvió la mirada hacia su copa cabizbaja- le doy vueltas y vueltas pensando en cómo podríamos haber hecho las cosas, quizás si hubiera estado ese día con ellos, si no hubiera sido tan inflexible, si me hubiera preocupado más de ellos y menos de lo que debía ser recto…-

– Basta – Su madre se incorporó caminando los pocos pasos que las separaban para tomar su rostro entre sus manos – Deja de culpabilizarte por lo que ocurrió, tus amigos tomaron sus propias decisiones. No tienes que cargar sobre tus hombros las consecuencias de ello. Escúchame pequeña y escúchame bien, la vida no es justa, nunca lo es. Llegamos a este mundo cargados de ideales, sueños y esperanzas y pocas veces logramos lo que queremos, pero mientras estemos vivos podemos hacer frente a los problemas, superarlos y tratar de llevar una vida feliz. Y eso es lo que quiero para ti…- sonrió levemente recolocándole un mechón de cabello – Eres preciosa, fuerte y tienes un gran corazón, no dejes que el pasado te arrebate el futuro.-

A medida que su madre hablaba sintió que su corazón se partía al asumir que nada de lo que hiciera iba a cambiar lo sucedido, los había perdido a todos, a Nadja, a Herzog, a Eriadna, a Hope, a Tiberico, a Lundgren e incluso a Falrick… nada de lo que hiciera iba a cambiarlo y eso es lo que más miedo le había dado estos años. Con un sollozo se abrazó a su madre, era el momento… tenía que dejarlos ir y comenzar de nuevo, de una vez.

Los minutos siguientes se desahogó con su madre, contándole nuevamente sus sentimientos, la pérdida y el vacío en su corazón que había supuesto perder a Eriadna, hasta que no le quedaron más lágrimas.

Ahora en sus habitaciones trataba de decidir que hacer con su vida, no podía seguir escondiéndose en casa de su madre, debía recordar lo que la había empujado a abandonar tiempo atrás esas familiares paredes, tenía que centrarse.

Suspiró mientras abría el baúl al pie de su cama, arrodillándose para descubrir el tabardo de la orden de Ashkandi, doblado en su interior. Con delicadeza lo sacó de este, buscando la cajita de madera que había guardado el primer dia de su vuelta, cuando lo hubo encontrado lo tomó con gesto reverente, aún algo temblorosa mientras las lágrimas volvían a amenazar con inundar sus mejillas.

Se dejó caer en el suelo para abrir la tapa y sacar el anillo de la orden. Tuvo que morderse el labio e inspirar hondo para apartar las lágrimas al recordar el día de su juramento, ante Herzog, en la catedral, rodeada de los demás aspirantes… fueron buenos momentos que atesoraría toda la vida.

Con sumo cuidado tomo el anillo colocándoselo en el índice, a pesar de que la orden ya no existía, formaba parte de ella, no dejaría de ser un caballero de Ashkandi y si alguna vez volvía a reencontrarse con sus compañeros exhibiría orgullosa su enseña.

Tomada su decisión, volvió a guardar la caja y el tabardo en el baúl, se incorporó mirando en derredor y asintió levemente para sí.

Mañana recogería lo imprescindible y volvería a Ventormenta, aún estaban en guerra contra la Horda y su espada se sumaría a las filas del ejército de la ciudad. Lucharía por defender a los inocentes, empuñaría su espada para reclamar la justicia que merecían las víctimas de esa guerra, la Luz prevalecería.

Con gesto cansado se dirigió a la cama donde se dejó caer hasta que encontró el sueño, del que despertó unas horas mas tarde extrañada. En un principio no sabía de donde venía la sensación de urgencia, hasta que cayó en la cuenta… su anillo emitía un pulso luminoso familiar, fue breve casi un parpadeo pero suficiente para hacerla sonreír de nuevo.

Esa noche pudo dormir tranquila al fin, una nueva esperanza anidaba en su corazón.

 

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