Como cada año subió el serpenteante camino hasta la cima de la loma, acercándose lentamente a la piedra labrada con la forma de la cabeza de un león.
Su mirada recorrió cada una de las grietas de aquel pétreo rostro felino hasta detenerse en la barbilla del mismo, tomada por los líquenes hasta tal punto que casi ocultaba totalmente la mandíbula inferior de la estatua.
Con un quedo suspiro se inclinó doblando las patas con elegancia bajo su cuerpo para acomodarse. Después alzó las yemas de los dedos acariciando los familiares pliegues de los líquenes hasta localizar el nombre allí labrado tiempo atras, cerrando los ojos dejó que sus recuerdos la envolvieran hasta casi escuchar la voz de su madre narrando la antigua leyenda.
Nesso, el centauro traidor y por desgracia su antecesor. Por su culpa y la de los humanos estaba maldita, obligada a servir a Hades para toda la eternidad por un pecado que no había cometido. Le costó siglos de halagos, trabajos horripilantes, guardias eternas y desgarradoras torturas conseguir que el viejo dios se apiadara de ella y le concediera un inocente deseo. Durante el décimo mes del año podría salir del inframundo para buscar a los suyos.
Debió suponer que el viejo dios se reía de ella como siempre. La primera vez se había dejado los cascos recorriendo los caminos buscando a los suyos, pero ahora miles de años más tarde se convenció al fin de que hacía mucho que su pueblo no era más que un breve recuerdo. Tan sólo había encontrado sus huesos blanqueados al sol. Demonios, si casi eran más reales en los mitos de los humanos, a pesar de verse transformados en apenas seres salvajes con instintos primitivos salvo unos pocos afortunados como Quirón o Pholo.
Lo único que le quedaba era esa vieja efigie, construida en su día para recordar a los centauros más jóvenes que no debían dejarse llevar por sus instintos sino cultivar su mente y guardar un oscuro secreto.
Inspirando hondo murmuro un quedo hechizo desvaneciendo el arcaico conjuro protector, con delicadeza introdujo su mano en la boca del felino rocoso hasta localizar la pequeña trampilla, con bastante esfuerzo consiguió abrir esta, desenterrando un paquete envuelto en una antiquísima piel.
Ahi estaba al fin; el secreto mejor guardado entre su gente: la «Túnica de Nesso», aquella que había causado la muerte de Hércules y que posiblemente conseguiría acabar con su propia inmortalidad. Con cuidado se incorporó tambaleándose levemente bajo el peso de la túnica, desenvolviéndola con dedos temblorosos mientras contenía el aliento.
Cuando consiguió extenderla totalmente cerró los ojos un instante despidiendose mentalmente de sus seres queridos tiempo atrás fallecidos mientras saboreaba el momento, al fín podría ser verdaderamente libre, podría reencontrarse con los suyos o en su defecto desvanecerse en el olvido. Dudó solo un instante antes de con un giro de muñecas colocarse la túnica sobre sus níveos hombros desnudos, la muerte era bienvenida.
Diez segundos más tarde ahogó un acongojado sollozo, ¡ni con la maldita toga podría liberarse de la maldición de Zeus! Seguiría viva eternamente, paseando entre los bosques recordando viejos tiempos, convirtiendose en protagonista inconsciente de odas de poetas que al vislumbrarla la confundían con una musa o una náyade que correteaba a la luz de la luna.
Temblorosa se apartó de la roca, sin mediar palabra para perderse de nuevo entre los árboles del bosque antes de volver al oscuro reino de Hades.

Legado by Nissa Audun está bajo una licencia de Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 4.0 Internacional.
Deja una respuesta