-¡Ey, no te duermas!
La voz de mi hermana me despierta, desorientada miro alrededor sintiéndome como en un sueño. Estamos sentadas en una esquina de una cafetería, por lo que puedo distinguir a mi alrededor hay muchas mesas todas llenas de gente que parecen prestar atención al hombre barbudo que acodado en la barra parece estar dando un sermón.
No recuerdo bien como he llegado a esta cafetería ni que hago sentada en una esquina envuelta en un chal sin nada de ropa cubriendo mi torso. Tengo frío y me pica la espalda.
Mi hermana me observa con calma mientras me hace un gesto para que me quede quieta, volviendo el gesto hacia la sala como si buscara algo.
Antes de poder despegar los labios y preguntar el por qué de mi situación escucho como una sirena lejana, el hombre barbudo se calla mientras los parroquianos se miran asustados unos a otros. Yo vuelvo a ponerme muy nerviosa pero mi hermana me aprieta el brazo conminandome a mantener la calma, mientras a mi alrededor estalla el caos. Todos los que se encontraban en la cafeteria se levantan a la vez corriendo las sillas con prisa, recogiendo sus cosas y saliendo en apenas unos minutos del lugar entre empujones y miradas asustadas.
Cuando nos quedamos solas mi hermana se levanta, mira en derredor y me acerca una sudadera que alguien se ha dejado olvidada. Me la pongo sin preguntar y la sigo.
Caminamos por los amplios pasillos del centro comercial donde apenas resuenan nuestros quedos pasos, ella tironea de mi sin prisa pero sin pausa, manteniendo el paso constante algo que me cuesta porque mi pierna izquierda parece que se me ha quedado un poco dormida, quizás de la mala postura al estar sentada.
Al fin se detiene ante un establecimiento que mantiene las persianas bajadas y el letrero de cerrado colgando de la puerta principal, mi cara debe ser un poema porque ella se limita a sonreirme y llamar con los nudillos a la puerta. Un golpe, seguido de dos, y luego otro mas. Uno, dos, uno. No tiene nada de especial pero algo en lo profundo de mi cerebro parece ponerse en alerta y me siento aún mas frustrada, casi parece que parte de mi no estuviera realmente dentro de mi cuerpo. Me siento más una silenciosa testigo que alguien partícipe de los acontecimientos.
Resoplo intentando despejarme y me giro para abrir los ojos como platos. Ya no estoy en el pasillo sino en lo que parece una sala de fiestas, vuelvo a girarme y no veo a mi hermana. Estoy sola y no sé como he llegado aquí, retrocedo buscando la pared inquieta. ¿Acaso tengo lagunas mentales ahora o qué?…
Intento concentrarme y recordar como demonios he acabado en una sala de fiesta cuando algo me golpea el costado, al girarme asustada descubro con sorpresa la cara de una antigua compañera de universidad, o al menos creo reconocerla bajo la capa de maquillaje que culmina su disfraz de vampira.
-¡Ay la leche! ¡Rayne! ¡Cuanto tiempo sin verte! ¡Ya veras cuando te vea el resto! ¡Corre ven conmigo! Tienes muchas cosas que contarme… oye por cierto muy currado el maquillaje y el disfraz ¿eh? ¡Casi me da un patatus al verte!- apenas me escucho balbucear leves palabras de sorpresa antes de que mi antigua amiga, de la que no recuerdo el nombre a pesar de estrujarme el cerebro intentando recordarlo, me agarre del brazo y me dirija hasta un grupito de gente.
Siento que algo definitivamente va mal cuando tras tropezar varias veces por culpa de mi pierna dormida le echo un vistazo y descubro manchas de sangre fresca en mis pantalones. Pero no puedo concentrarme en ello porque pronto me rodean varios personajes salidos de una pelicula cutre de terror elevando sus voces en una algarabía divertida de voces
– ¡Mirad a quien me he encontrado! ¡Es Rayne!-
Parpadeo confusa cuando una mujer disfrazada de mariquita con sombrero de copa me planta dos besos en las mejillas, no la reconozco pero parece que está emocionada de verme. Uno de los chicos disfrazado de pirata me palmea el hombro y por poco me tira, suerte que la pared está cerca. Sonrio de manera forzada mientras intento contestar a sus preguntas, pero mi lengua parece de trapo y para mi verguenza siento como un hilillo de baba cae por mi barbilla. ¿Es que acaso me han drogado o me han inyectado un paralizante?
Avergonzada intento escapar pero mi mente en un estado de brillantez suma decide que lo mejor para ello es saltar por encima de los sillones que tengo a mi derecha, al principio todo va bien pero cuando intento pasar la pierna izquierda esta se queda atorada entre los cojines, no puedo levantarla y al final acabo sentada tironeando de esta mientras trato de sonreir como si no pasara nada. Pero por la cara de sorpresa y asco de mis supuestos amigos, debo estar dando todo un espectáculo.
Refunfuño mientras tironeo de mi pierna obcecada en mi objetivo, cuando consigo levantarme parpadeo de nuevo confusa. La sala antes abarrotada ahora está vacía. Me giro tan deprisa que casi me caigo sobre los malditos sillones otra vez, para descubrir que la chica disfrazada de mariquita ha debido cansarse de la peluca y el sombrero dado que están tirados en el suelo y manchados de vino.
No entiendo ni media de lo que pasa, pero el sitio me da escalofrios ahora que tiene las luces medio apagadas, mientras avanzo hacia la salida me permito una sonrisilla al observar los cojines y cortinas que crean bultos extraños en la oscuridad, casi como si fuesen cuerpos caidos de cualquier manera sobre los sillones.
Suspiro aliviada al salir al exterior mientras miro alrededor. El centro comercial está completamente vacio y no recuerdo donde se supone que tenía que ir, definitivamente me han debido drogar porque siento el cerebro como corcho. Debo encontrar a mi hermana y volver a casa.
No se cuanto tiempo pululo por los pasillos hasta que de pronto el rostro de mi hermana está delante de mi zarandeandome mientras mira alrededor claramente asustada.
-¡Rayne! Venga… vuelve en tí, tenemos que irnos, mamá estara preocupada ¡date prisa!- asiento levemente agarrandola de la mano y salgo corriendo tras ella, o al menos intentandolo.
No es facil mantener el ritmo, estoy muy cansada y siento el cuerpo pesado con cada paso que doy. No entiendo como hace un momento estaba en el centro comercial y ahora estamos recorriendo las calles que permanecen silenciosas. No puedo evitar agitar la cabeza intentando despejarme de esa extraña sensación de adormecimiento. Definitivamente me han drogado, porque no me encuentro nada bien.
Al fin llegamos a casa, mi hermana cierra tras de mi y veo que se aparta observandome con intensidad.
-¿Como te encuentras Rayne?… Yo… lo siento…-
Yo apenas puedo hacer mas que alzar el pulgar mientras jadeo intentando respirar, de repente se encienden todas las luces y tengo que cubrirme los ojos resoplando, me duelen los ojos con tanta luminosidad.
-¿Qué ha pasado?-
-Nada mamá… no ha sido más que un roce…-
-¡La han arañado??…. ¡Mira que te lo dije! Que no teniais que salir por ahí… que es peligroso pero vosotras erre que erre. ¡Y ahora que! –
-No lo sé mamá… pero no podia dejarla allí-
-Lo sé… pero mirala… por dios bendito… mirala…- sus sollozos me angustian muchisimo.
Levanto la mirada para observarlas perpleja, no entiendo que ocurre. Mi madre me mira preocupada y angustiada como mi hermana, intento explicarles que seguramente no sea nada, me han drogado y punto. Un poco de descanso y me recupero en un plis… al menos es lo que intento balbucear pero apenas consigo que un par de gruñidos salgan de mi garganta mientras la babilla cuelga de mis labios.
Parpadeo confusa. Estoy en mi cuarto, atada a la cama con cuerdas.
¿Cuando me han atado? ¿Por qué me cuesta tanto hablar?
Ahora que estoy sentada en la cama puedo observar mejor mi pierna, tengo una fea herida de la que aún mana algo de sangre. Parece como si me hubiera sajado desde el talón a la rodilla, aunque me han vendado la pierna hace poco parece, la sangre empapa ya el vendaje.
Me toco con cuidado la pierna tratando de recordar que ha pasado, pero no lo consigo. No me duele.
Me miro los dedos manchados de sangre. Algo hace click en mi cerebro y vuelvo a revivir lo sucedido. Como flashes las imagenes sacuden mi mente.
No me han drogado… me han infectado… soy un puto zombie.
Pesadilla de Nissa Audun está bajo una licencia de Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-CompartirIgual 4.0 Internacional.
(*)Imagen de Enrique Meseguer en Pixabay
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