Wordtober 3/2019: El Cerezo

pink petaled flower in bloom
Photo by Anna Urlapova on Pexels.com

Adoro los cerezos, me parecen árboles fascinantes con esa corteza lisa y grisácea de jovenes que se torna después rugosa y resquebrajada como si fueran fiel reflejo de nuestra existencia. Pero los que más me gustan son los cerezos japoneses con sus delicadas flores de color rojizo.

Siempre he disfrutado escribiendo a la sombra del cerezo de nuestro jardín, era fácil evadirse y dejar vagar la imaginación bajo su abrigo sereno. Siendo niña cuando las ramas se balanceaban con la suave brisa imaginaba que en realidad pretendia abrazarme, protegerme del barullo del mundo y llevarme a un lugar poblado de hadas y magia.

Hace mucho que dejé de ser una niña pero esa sensación perdura aún a dia de hoy. Sigue siendo uno de mis lugares favoritos para escribir pero no fue hasta hace poco que descubrí algo que me inquietó lo suficiente para apartarme de su protección.

Han pasado más de tres meses desde la última vez que me atreví a acercarme al gran cerezo del jardin de mis padres, pero hoy he decidido averiguar si lo que pasó aquella tarde fue simplemente mi imaginación o si realmente hay algo más.

A medida que me acerco a su sombra siento que el corazón se acelera, sus ramas permanecen inmutables como si contuviera la respiración ante mi proximidad.

Al llegar bajo su abrigo lo observo con curiosidad y mi instinto me impulsa a actuar quizás precipitadamente, extiendo mi mano acariciando la rugosa corteza, siguiendo los dibujos de su contorno. Entonces la vuelvo a escuchar… un leve susurro entre las ramas más altas antes de que una lluvia de flores carmesíes descienda a mi alrededor, como si el propio árbol se hubiera estremecido ante mi toque.

Por un instante me siento estúpida pero estoy sola en casa por lo que no hay nadie que me mire como si estuviera loca.

Inspiro hondo y me atrevo a susurrar unas quedas palabras:

«Sé que estás ahi, muestrate por favor»

Casi me dejo vencer por el miedo y huyo de allí cuando siento como la corteza vibra bajo mi mano, las ramas se agitan en lo alto y escucho el suave rumor de algo que avanza descendiendo de rama en rama con delicadeza hasta que se detiene a solo unos centimetros de mi cabeza gacha.

Me armo de valor inspirando hondo antes de alzar la mirada y lo que descubro me deja anodadada, pues sentada en la rama más baja encuentro el hermoso rostro de una muchacha de piel de porcelana, sobre la que contrasta la larga melena de tonos cobrizos. Sus ojos almendrados de color marrón oscuro me miran con curiosidad y temor.

-Sabía que no era un sueño… eres  una dríade…- sonrio encantada ante su visión.

-No. Soy una hamadríade. ¿Sabes la diferencia Anna?- parpadeo al escuchar su suave voz mientras niego lentamente. – Las hamadríades a diferencia del resto de dríades, nos vinculamos a un arbol específico, compartimos nuestra inmortalidad con el. ¿Comprendes?-

-Pero entonces… si el arbol muere, tu morirías con el.

-Es cierto pequeña, pero como puedes ver aún nos queda mucha vida por delante… claro que se hace aburrida- observo como se inclina mirandome traviesa- Y dime pequeña mortal, ¿que te parezco?- su mirada rompe algo en mi erizandome los pelos de la nuca, una parte de mi lucha por salir corriendo pero mi curiosidad me puede por lo que me acerco más aún a ella.

– Maravillosa… encarnas la belleza con cada centimetro de tu cuerpo- Apenas pronuncio las palabras ella deja escapar una risilla, siento como mis mejillas se enrojecen de verguenza mientras aparto la mirada a duras penas de ella.

-Oh… eres exquisita pequeña mortal. Ah… tanto tiempo observandote, leyendo por encima de tu hombro las fantasías que escribias, siendo testigo silencioso de tu vida… pero anhelaba mostrarme. Y ahora estamos aqui, por fin juntas… – Sus palabras son como ambrosía para mi, apenas puedo respirar cuando siento el delicado roce de sus yemas contra mi mejilla, tiemblo como una hoja cuando siento su dulce aliento en mi rostro.

– Desde pequeña soñaba contigo… ahora que te tengo delante de mi siento como si esto fuera un sueño. ¿Como una criatura como tu puede desear estar con una mera mortal como yo?- Ella toma un mechón de pelo entre sus dedos antes de dirigirme una lánguida mirada.

– ¿Tan extraño te parece? ¿Acaso las criaturas como nosotras no podemos amar?- eso me basta para dejar atrás toda prudencia, sonrío de oreja a oreja mientras siento que mi corazón pugna por salir de mi pecho, acongojada alzo una mano para rozar sus carnosos labios mientras me pierdo en su mirada. Ella sonrie y me atrae hacia si, al tiempo que las ramas del cerezo nos cubren ocultandonos del mundo y ensombreciendo todo a mi alrededor, siento otra vez esa sensación de inquietud que hace que un escalofrío recorra mi espalda pero la aparto rapidamente dejandome llevar por la fantasia.- Entonces, ¿te ofreces a mi voluntariamente querida? ¿Dejarás que saboree el dulce nectar de tus labios mi niña?-

Asiento levemente, temiendo que se asuste y desaparezca de mi vida dejandome vacía. Ella sonrie nuevamente tomando mi rostro entre sus manos y acerca sus labios a los mios. Cierro los ojos saboreando su dulce sabor, explorando sus labios con los propios mientras nuestras lenguas se entrelazan.

Entonces demasiado tarde lo siento, su beso no solo me roba el aliento sino también la vida. Abro los ojos asustada intentando apartarla pero es tarde, las ramas me impiden moverme y sus manos me atenazan mientras siento como mis fuerzas se desvanecen hasta que la oscuridad me envuelve.

Lo último que escucho al caer contra la fría tierra es su risilla maliciosa en la copa del cerezo, mientras las flores de este me cubren como un sudario.

Mis sueños se han transformado en una pesadilla que me ha costado la vida.

Licencia Creative Commons
El Cerezo by Nissa Audun está bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-CompartirIgual 4.0 Internacional.

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